El cepillo de dientes color rosa

viernes, 23 de mayo de 2008

Por Violeta Lapislazuli.
Ya había decidido que los petisos estaban descartados. Esas pequeñas criaturas maquiavélicas la habían hecho sufrir lo suficiente como para hacer evidente su próxima elección: los altos. Y hubieron uno, dos, tres, cuatro altos... y su suerte no cambiaba. Estos no sólo le dejaban el corazón roto, sino también, dolores de cuello casi insoportables después de largas sesiones de franeleo. De modo que se dijo “¿Y los de estatura media?” Y buscó y encontró y volvió a desilusionarse.
Después se dio cuenta de su craso error: ¡La estatura no tenía nada que ver! "Esto es una cuestión de edades", sentenció. Y empezó a ahondar en su investigación de mercado. Así salió con hombres mayores que ella. Pero al tiempo descubría que tenían poco y nada en común. La aburrían. Se dormían temprano y se cansaban pronto. Así que recurrió a los de su edad: todos parecían ser más inmaduros que ella (lo cual ya era mucho decir...), de modo que optó por los más jóvenes. "Carne fresquita...", se relamía. Pero, al cabo de un tiempo, se empachó de aquellos cuerpos firmes que guardaban almas inexpertas.
Cada vez más confundida, buscó nuevos motivos que justificaran sus fracasos sentimentales. Así estuvo una noche en vela, preguntándose y preguntándose, hasta que... ¡por fin! Había estado yendo por el camino equivocado. La cuestión radicaba en el ámbito donde buscaba. "Muy bien", se dijo, "voy a empezar por los lugares más cotidianos". Y arrancó por el barrio. Comenzó a frecuentar al vecino del quinto piso. Pero ante cualquier discusión, era realmente incómodo cruzarse en el ascensor o en los pasillos y fue así, que la cosa no prosperó. Al día siguiente, paró sus antenas en la oficina. No tardó en comenzar un romancete con un compañero de la división de marketing. Pero, no. Los chismes corrían descontrolados y ella no quería arriesgar su trabajo. "Es mejor un ambiente más relajado", pensó. Y buscó en un bar del centro. El alcohol y la noche eran la combinación perfecta para generar un clima de distensión y romance. Conoció a un tipo canchero, simpático y fachero. Pero luego su galán pronto mostró su hilacha de mujeriego empedernido.
Si yo no sé lo que busco, entonces la gente que me quiere, quizás lo sepa". Dejó decidir a su mejor amiga. Ella le consiguió un hombre amable, de mundo, culto y elegante. Pero, a pesar de sus fascinantes anécdotas, ella decidió que prefería una vida más simple, sin tanta aventura. Entonces, recurrió a su madre. Ella sí sabría encontrarle el candidato perfecto. Y así, apareció Felipe. Un chico buenazo, familiero, laburador y responsable. Pero, tampoco. No había pasión, ni emoción en sus encuentros.
Pensó que debía haber otro modo. Algo más... novedoso, quizás. Y se conectó a Internet. Desde la comodidad de su hogar, comenzó a hablar de sus temas más íntimos con perfectos extraños. Se maravillaba ante estas citas virtuales, que no requerían de maquillaje, ni escotes provocativos. Allí, en piyama, con los pelos revueltos, y las medias agujereadas, se dejaba seducir (y seducía) a aquellas letras sin cara. Al cabo de un tiempo, comenzó a concretar las citas persona a persona. Conoció a tres hombres: uno había mentido sobre su apariencia, otro era un sexópata incurable y el último, un nerd que mezclaba una voz chillona y silencios interminables.
"Si el presente no me trae suerte, entonces tal vez, tenga suerte al desenterrar el pasado”. Y volvió a verse con uno de sus ex. Pero, pronto recordó sus anteriores teorías acerca de la estatura, la edad, el ámbito... y escapó justo a tiempo de volver a enamorarse de él.
"¡Ya sé!", exclamó. "Qué tonta fui... la falla radica en el estado civil..." Así, se dispuso a explorar cada uno de ellos. Primero, salió con un soltero, pero sus temores al compromiso y la edípica relación con su madre, la agobiaban. Luego, optó por un separado. Pero su ex y sus hijos eran una mochila que cargaba y lo anclaba en el pasado y los problemas. No tuvo más remedio que apuntar sus fusiles a un viudo. Pero la depresión que sumía a su nuevo amor, era más de lo que ella podía manejar. Finalmente, decidió probar suerte con la elección que menos le agradaba: un hombre casado. Así, se convirtió en amante--por supuesto, oculta y sujeta a una soledad aún más inmensa que la que sentía cuando estaba sola... sola... sola...
“¡Sola!”, exclamó. “Voy a tomarme un tiempo para estar sola”.
Ya se había cansado de tanto buscar. Había medido a los hombres según sus estándares y todos habían fallado. De repente, se sintió demasiado buena para cualquier tipo. Se sintió poderosa, segura, fortalecida. Por primera vez en su vida, estando sola, se sentía una mujer entera. Feliz. Libre.
Así, comenzó a concentrarse en su carrera, su familia, sus proyectos personales. Empezó a realizar cursos de esto y de aquello. Todas las noches, salía a correr por el parque que quedaba a dos cuadras de su edificio. A medida que su corazón se fortalecía, también lo hacía su cuerpo. Cada vez más estilizado y firme. Se sentía plena. Sabía que era la única dueña de su vida y de sus decisiones.
Una noche, ella venía trotando alrededor de aquel parque, siempre repleto de gente y de árboles frondosos y añejos. Escuchaba música disco en sus walkman (aún no se adaptaba a la tecnología mp3). “I will survive... I will survive... yeaaah, yeaaah”, sonaba en su mente distraída.
Entonces, sucedió.
Se chocó de frente, a pleno, a otro corredor distraído que venía en dirección contraria. Se estamparon de tal manera, que ambos cayeron al suelo... ella con cara de cachorrito asustado... él, con cara de me caí de la cama en medio de la noche. Al principio, pensaron en insultarse de arriba abajo. Largarse un “Che! ¿Pero vos no ves por dónde corrés?”. Pero, no. El flechazo fue instantáneo. Ella supo que lo había encontrado. Así, de sopetón. Sin buscarlo. Sin proponérselo. Allí estaba el Príncipe Azul que tanto había estado buscando. Al violento encontronazo en el parque, le siguió un café. Dos. Tres. Una cena. Dos. Tres. Descubrieron que vivían uno enfrente del otro, pero nunca se habían visto antes. “Es el destino”, pensaba ella, segura de que había encontrado al Hombre de su Vida.
Él comenzó a pasar días en el departamento de ella. Y ella comenzó a pasar días en el departamento de él. En el baño del masculino y minimalista hogar, se podía ver ya un cepillo de dientes color rosa y algunas cremas en el botiquín.
Una mañana, luego del desayuno en la cama y algunos mimos, él se preparó para ir a trabajar. Ella decidió quedarse haciendo fiaca una horita más. Se despidieron con un beso tierno y ella permaneció despierta, mirando el techo y pensando en la dicha que al fin había alcanzado.
Pasaron diez minutos, y no. Sabía que ya no podría conciliar el sueño. Así que se levantó y se dirigió a la computadora que estaba en el living. Chequearía sus mails y después se daría una ducha. Se sentó en la cómoda silla giratoria. Acercó su mano derecha al mouse, aún sonriendo. De repente, vio que él había olvidado su casilla de correo abierta.
Ella dudó. Acercó la flechita del cursor a la cruz que se encontraba en el borde superior derecho de la ventana hacia (lo que podrían ser) los más íntimos secretos de SU hombre. Volvió a dudar. Se sentiría culpable. Se puso de pie. Alejó la vista del monitor. Volvió a mirarlo. Pensó. Volvió a pensar. Y volvió a sentarse.
La tentación era más fuerte y, después de todo, él seguramente no le ocultaba nada... o sí?
Leyó algunos mails para nada interesantes: cuatro relacionados a temas laborales, dos propagandas, tres cadenas... el décimo, era de su mejor amigo. El asunto era “RE:” Sólo eso. Pero implicaba un mail anterior, un mail escrito por SU hombre. Y eso era lo que a ella realmente le interesaba. No quería saber que había escrito su mejor amigo. Lo interesante estaba en el mail original.
Así, leyó el siguiente mail por parte de “él”:
Qué hacés, Franquito.Yo acá ando, hermano. Un poco confundido, para serte sincero.En el laburo las cosas marchan bien, así como el resto de las cosas, pero hay algo que no me termina de cerrar, sabés.Se trata de ella. No sé qué pasa, pero hay algo que no me termina de convencer.Vos sabés muy bien cómo me fue con las minas altas. ¿Y ahora me vengo a enganchar con una que mide 1.78 m.? ¡Yo no aprendo más!Además, tiene ocho años menos que yo, y viene de muchas relaciones fallidas. Vos sabés muy bien, amigo, la importancia que le doy yo a la diferencia de edad en las parejas y detalles sobre su pasado. Además, la conocí en el parque... y no creo que sea un ámbito muy adecuado. Y... es del barrio... y será muy difícil enfrentar los chusmeríos de los vecinos.De modo que he estado meditándolo muy bien y estoy pensando en la forma de hacérselo saber. Esto no va más. Creo que aún sigo buscando “esa persona ideal”.
Ella no leyó más. Sus lágrimas no la dejaban ver. Se sentía ridícula y expuesta.
Pero ya no sabía si lloraba por sentir que lo había perdido... o si lloraba por haberse enfrentado a todos los estúpidos prejuicios que había tenido durante tanto tiempo. Fue verse en un espejo. No podía sentir rabia con él, si no consigo misma.
Llorando todavía, se levantó de su asiento y se dirigió al baño. Y lentamente, sacó su cepillo de dientes color rosa y lo guardó en su bolso.

Eso que no todos ven

No me parecía escribir sobre esto acá. No por nada en especial, pero creía que no era ni el lugar, ni el momento indicado. Ahora siento que sí... aunque algunos no lo vayan a entender.

Como dice la canción "Soy de Racing desde que estoy en la cuna" y eso se lo debo a mi viejo. Desde que tengo memoria me habló de La acadé y me transmitió esa pasión -una cuasi tradición familiar- que los Quintieri tenemos en las venas.
Me llevó a la cancha por primera vez a los 5 años, a ver Velez-Racing y ganamos 1-0. Me encomendó la tarea de atesorar las revistas El Gráfico que compraba -en las épocas de gloria de La acadé- con el Piojo López y el Mago Capria en la tapa. También mi camiseta firmada por todos los jugadores del plantel del '94.
Todas estas cosas hacen que sienta a Racing de una forma muy distinta a la de todos los demás. Entendí que no es un Club, sino una parte importante de mi historia y el escenario de una gran cantidad de recuerdos y sentimientos en los que los protagonistas son mi viejo, mi tío y mi abuelo.
Por eso no me importa mirar atrás y ver más derrotas que victorias -en cuanto a lo deportivo- aunque si me duele ver como la historia siempre se repite y La acadé no puede salir de ese pozo ciego. Me acostumbre a soportar que la gente me digan que Racing no existe más, que se va a la B o a la Pi x radio al cuadrado y no entiendan que no me importa por un simple motivo, lo que Racing me da no se termina con la promoción, ni con el descenso.
El ritual pasará a los sábados a la tarde y en el bar de siempre nos sentaremos mi papá y yo, después de una semana de quilombos laborales y desencuentros. El tomará un café "mitá y mitá" y yo 7up porque Sprite no hay. El mozo buscará ganarse la propina hinchando por La acadé y mi viejo dirá con desconfianza "éste es un vendido" aunque cuando nos vayamos le dejará la propina.
Eso es Racing para mí, los mensajes de texto en la semana cargados de ironía e información deportiva: "Te amo. Nos vamos a salvar! El sábado le ganamos al bicho" o el de hoy a la mañana que inspiró este posteo "Es el momento de sacar una nota en tu blog de la acadé y su comparación con la crisis del país. Siempre mete mano el peronismo cuando no está gobernando".
Yo no sé si está bien ir a apretar a los jugadores o rajar a Blanquiceleste. La cuestión política e institucional del club se la dejó a los que saben más. Yo hablo de lo que se. De esta pasión que va un poco más allá del futbol, que me hace poner la piel de gallina cuando escucho a la hinchada y no puedo explicar con palabras -una lastima para los amargos que no la entenderán jamás- y te la debo a vos pá...
Aca está lo que yo puedo decir... Gracias por todo eso!

Mi segundo nombre es Ansiedad

miércoles, 14 de mayo de 2008

Dos postulados rigen mi vida:
  • "El que espera desespera"
  • "No se lo que quiero, pero lo quiero YA"

Desconozco el motivo por el cual esta cuestión está tan arraigada a mi personalidad, tan metida en la cotidianeidad de mis actos y en todos mis putos comentarios o pensamientos (fina la nena, diría mi mamá) . Quizás exagere, pero los que me conocen saben que es así -ellos mismos me lo han dicho- y los que no tienen el placer de conocerme (sí, además soy re modesta) con un simple ejemplo basta.

En este último tiempo -por varias circunstancias en diferentes aspectos de mi vida- noté que esto de la impaciencia es algo que no puedo controlar. Cuando salía de la radio -por alguna extraña razón- me colgué pensando en eso y recordé que antes de que invadiera mis costas este tsunami de quilombos yo tenía un blog, y que hacía bastante que no posteaba. Es por eso que uní las dos cosas y mi ansiedad no me dejó llegar a casa, sentar el culo en la pc y tipear con paciencia. En el colectivo, garabatié en mi libreta, algo parecido a este texto que están leyendo y me arriesgué a repasar desde los inicios este pequeño problemita que tengo.

Fue así que entendí porque empecé y abandoné TANTAS cosas en mi CORTA vida. No puedo esperar, me cuesta horrores... y muchos errores también. Dejé guitarra porque en 2 meses no pude ser la versión femenina (y blanca) de Hendrix, dejé voley porque en 6 meses no pude ser la versión femenina de Milinkovich, dejé tenis porque en 1 año y medio no pude ser Gabriela Sabatini, ni siquiera Paóla Suarez, ni lo peor de ambas.

La ansiedad y la exigencia me cagan la vida. ¿Me interno, me suicido o tomo clases de tejido con Penélope, como terapia ocupacional?

Arte para liberarte

jueves, 8 de mayo de 2008

Con el hombre nació el arte. Millones de años atrás se registraron las primeras manifestaciones, en cuevas o rocas, representando situaciones cotidianas como la caza o los ritos propios de cada tribu. Con el paso del tiempo el arte fue mutando, de acuerdo a las necesidades y vivencias de sus creadores. Respondiéndo siempre a lo que ellos querían o necesitaban mostrar. Los artistas cumplieron diferentes roles a lo lardo de la historia. Fueron honrados por los grandes monarcas, mantenidos por los mecenas, tildados de vagos en vida y de genios después de muertos y hasta censurados, perseguidos y asesinados -ya en la época moderna- por dictadores y represores. En la actualidad, un nuevo movimiento artísitico se está gestando. El arte villero -así se hace llamar- surge para mostrar todo eso que aún nos queda por sabes de los sectores marginales, haciendo más hincapié en lo que comparten con las demás clases sociales o destacando las cosas buenas que pasan dentro de las villas. La gente espera que el arte villero haga referencia a la violencia, la miseria, la droga y la delincuencia. No es el propósito de estos artistas, quienes buscan mostrar historias comunes y cotidianas en la vida de cualquier argentino. Estas manifestaciones abarcan todas las áreas del arte, desde la pintura o escultura, hasta el cine. Un ejemplo es la exposición "Arte villero" -realizada el 24 de noviembre pasado- donde se presentaron fotos en blanco y negro, esculturas y murales de santos católicos y paganos, vírgenes patronas de Perú y Bolivia, y mantas tejidas con este tipo de imágenes. Los artistas pertenecen a las villas 20, 21, 31, 32 bis, Soldati, Zavaleta, Barracas y barrio Piedrabuena, de Capital Federal. Pero el arte villero también pegó fuerte en el cine. "La mirada artística de la villa es impresionante, porque ese puede llegar a trabajar sobre cosas que todavía no están descubiertas, un musical, una telenovela, una de ciencia ficción". Palabras de Julio Arrieta, vecino de la Villa 21 de Barracas, quien no sólo logró trabajar como actor en varias películas -incluído su protagónico en "Estrellas"- sino también logró fundar el primer grupo de teatro de la Villa 21 y su propia productora integral de cine. ¿Por que el arte viller y la temática que plantea no alcanzan la popularidad? En parte porque la sociedad, no se toma la libertad de explorar mas allá de los modelos ya estipulados. Creen que las villas serán por siempre sinónimos de droga y delincuencia. Pero hay muchas otras historias que nada tienen que ver con eso y merecen ser contadas. En una época donde todo nos separa, nos divide y nos enfrenta, ¿No deberíamos poner en práctica la famosa frase de Marta Minujín y liberarnos a través del arte?

Un tren bala llamado capricho... ¿o negociado?

viernes, 2 de mayo de 2008

No es suficiente que incendien trenes y estaciones, no es suficiente que la gente tenga que viajar en los estribos o en el techo de los vagones para poder volver a sus casas o llegar puntual al trabajo. Nada es suficiente contra los negociados de Cristina.
No era poca la antipatía que le tenía, pero con esto del tren bala aumentó notablemente y con su nueva revista Ka (como el auto) ni les cuento, pero ese es tema aparte. El nuevo choreo se llama tren bala y es deluxe deluxe.
Cuando me enteré, lo primero que me pregunté fue "¿cómo carajo piensa justificar semejante cosa esta mina?" Porque convengamos que hay varias razones que saltan a simple vista.
La primera, el pasaje va a salir unos cuantos cientos de pesos, por lo cual, solo una minoría va a poder acceder a él. La segunda, si de urgencia se trata, sigue siendo más rapido el avión, y más barato. Sigo sin encontrar los "beneficios" porque eso de la modernidad no se lo cree ni ella.
Y me animo a esbozar una tercera razón, que no es menos importante, ¿Cuantás personas pueden tener urgencia y necesidad de viajar a Rosario o a Córdoba?¿Tantas como para endeudar al Estado por 3.900 millones de dolares a 30 años?
En fin, cada vez me convenzo más: En este país uno nunca se deja de sorprender. Cuando creés que ya te metieron la mano desde abajo hasta la garganta, te das cuenta que todavía pueden llegar un poquito más lejos y si no llegan... te unen el recorrido con un tren bala.
Detallecito. Como bien refleja la imagen las paradas trazadas son las "posibles" porque todavía no están confirmadas cuántas ni dónde. ¿No es raro que tengan el presupuesto sin saber la cantidad de estaciones definitivas?