Tribunales puertas afuera: Caso Cromañón

miércoles, 19 de agosto de 2009




Fue un día largo. Empezamos al mediodía, acarreando la cámara y el trípode, embarcándonos en nuestra primer cobertura posta. Por lo menos yo estaba espectante.


Llegamos a Tribunales a las 14.10 y recorrimos los alrededores buscando esas imágenes que no pueden faltar en ningún informe. Las banderas, los carteles, la gente arengando, el cordón policial, etc. El ambiente no era tenso todavía, muy de vez en cuando nuestros ojos se cruzaban con otros bañados en lágrimas o al borde de largarlas.


Entonces encontramos a nuestro primer entrevistado, el padre de una de las víctimas. Un señor de origen humilde que andaba por los 50 del segundo tiempo. Habló sin parar, empezó por Cromañón y terminó con la inseguridad y Kirchner. Mostraba mucha fortaleza y durante su relato me recordó a esos animales raros del Discovery Chanel que se arman una coraza irrompible por fuera, conteniendo toda la gran debilidad que llevan dentro.


Las puertas de Lavalle empezaron a llenarse. Los familiares y sobrevivientes esperaban en una larga fila al costado. Esperaban como hace cuatro años y medio. En ese sector, las remeras con las 194 caras formaban olas blancas agolpadas a una reja que se abría en cuenta gotas. La lectura del nombre de las víctimas iba acompañada de un golpe en las vallas frías. Sin querer emulaba una campana que nos repicaba en la cabeza a todos. Empezó a llover.


A sólo 70 metros, la Plaza de Tribunales. 'Callejeros convocó un banderazo porqué no nos fijamos que onda ahí' dije. Casi 200 personas se agrupaban frente a la imponente entrada del edificio, con banderas y carteles en favor de la banda. La gran mayoría no pasaba los 25 años y se mantenía agolpada en el centro de la plaza. No faltaron los cartones de vino y los porros, tampoco Federico que pidió que 'dejen de quemar' mientras miraba desde un costado a su hermana, discutiendo vía móvil con el conductor de turno en C5N.


No sé cómo terminamos hablando con Marcela, una mujer que tendría unos treinti-largos pero aparentaba bastante más. Tenía pinta de mina copada, con aguante, compañera. Nos contó que era psicóloga y tenía amigos y pacientes que habían sobrevivido a la tragedia. Dijo cosas muy convincentes y pintó con mucha claridad los motivos por los cuáles bancaba a Callejeros en ésta, me dejó pensando. Antes de irse me pidió que entrevistara a uno de los chicos. 'Sí el fallo condena a Callejeros tengo miedo de que se suicide' me dijo.


Después de un rato me lo presentó. Empezamos la entrevista y empezó uno de los momentos que me va a quedar grabado en la retina por el resto de mi vida y de mi incipiente carrera. Me clavó la mirada con tal profundidad que ni siquiera pestañeaba, supe que él no estaba bien. Parecía bajo los efectos de algún tranquilizante, tenía esa lentitud característica para responder (cómo la de Charly o Fabiana Cantilo) pero su mirada estaba intacta, penetrante. Me gritaba con los ojos lo que sus palabras no me decían, el dolor que llevaba dentro.


No sé cómo seguí la entrevista. Me dijo que ver a Callejeros era lo único que lo mantenía vivo, entonces le pregunté que opinaba de la actitud de Maxi Djerfy (guitarrista de la banda). 'Lo entiendo, entiendo su dolor. Perdió muchos familiares. ¿Sabés lo que debe ser llegar a tu casa y tenerla media vacía?' Me quedé sin palabras, terminó la entrevista, me temblaban las piernas.


Mi grupo de laburo me estaba llamando hacía rato. Estaban al lado mío y yo ni me enteré. Me tiraron sutilmente de la campera, para llamarme la atención y yo ni me enteré. Definitivamente no estaba ahí, estaba tratando de entender la pérdida y la irracionalidad en la que te sumerge el dolor.


Para relajar un poco la secuencia nos fuimos a almorzar. A las 15.13 estabamos de nuevo en la puerta, los ánimos ya estaban mucho más exaltados. Era inminente la lectura del fallo. Empezó a sonar por los parlantes la voz del encargado de dar a conocer el veredicto (la voz más deseada, la de las 194 personas que desde hace cuatro años y medio son sólo silencio. La voz que unío los 70 metros de distancia entre los que apoyan a Callejeros y los que no, la que deseaban profundamente los imputados, los inocentes y los culpables para terminar de una vez con esta historia)


Le dieron 20 años a Chabán y todo era expectativa, salvo algunas voces que rompían el silencio insultando. Lo peor no había llegado todavía. Le dieron 18 a Diego Argañaráz y cuando le llego el turno a Patricio Rogelio Santos Fontanet un puto acople presagió lo peor, al segundo siguiente la palabra ABSOLVER quedó flotando en el aire. Nos llevó puestos el grito que vino desde la Plaza donde las lágrimas, a diferencia de acá, sólo eran de felicidad.


'Hijo de puta, ni diez mil años te van a servir para salvarte. Verguenza me dá, como argentina y cómo mamá. HIJO DE RE MIL PUTA' Decía una mujer que apretaba a una nena, de no más de 5 años contra su pecho, mientras la tapaba con el paragüas. 'Dejame... ¿Cuatro años y medio al pedo, te das cuenta? ¿para qué?...' decía otro chico sacado de angustia, mientras su mamá lo quería retener, abrazar, proteger, temíendo quizás lo peor. La furia que vino después.


No les daban las manos para treparse a las puertas que tan sólo unas horas antes los mantenían alineados a la espera. Vociferaban lo que nadie escuchaba puertas adentro, querían que supieran que ellos no esperaban eso. Que la Justicia en sus diccionario significaba otra cosa. En la vorágine las cámaras de fotos, de video y los micrófonos se movían con violencia. Por la esquina opuesta nos llevó puestos otro sonido más premonitorio aún, habían volteado las vallas. En Lavalle y Uruguay todo era corridas, dolor y muchísima bronca. No faltó mucho para que la policía irrumpiera con los escudos y los palos.


Mientras tanto, nuestro 'bautismo de fuego'. Desvariábamos entre el miedo y esa risa nerviosa que te atraca en el momento menos oportuno, era la única manera que yo tenía de aletargar el llanto. Corríamos, parábamos, tratabamos de mantenernos juntos y de reaccionar cuando en vez de ver espaldas empezabamos a ver caras que corrían hacia nosotros, como una gran estampida. Pero eso ya forma parte de lo qué es curtirse profesionalmente.


Sonó el celular, que pensé me habían robado en pleno bardo, avisando que el quilombo era bastante más grande de lo que nos parecía. Estaba cayendo infantería y nosotros no estábamos sirviendo a ningún multimedio, ni siquiera a un medio-medio. Así que aprovechamos la última ola para salir del mar y abortar la misión. El resto del quilombo lo vimos por televisión unas cuántas horas después, pero ya con otros ojos.


2 comentarios:

r dijo...

Si un flaco se iba a suicidar porque condenaran a Callejeros, la madre le tendría que haber puesto un psicólogo. La realidad es que el fallo es una vergüenza, pero no sorprende. Era obvio que al que venían matando desde el 1er día era a Chaban, y sobre él iba a caer el "peso" de la justicia. Que absuelvan a Callejeros es tan avergonzante como que a las dos minas funcionarias les den condenas excarcelables, o que a Ibarra ni siquiera se lo mencione.

La verdad es que es un desastre, ojalá nunca me toque defender ninguno de mis derechos ante la justicia.

Juana, La Loca dijo...

El pibe está en tratamiento y está de más decir que cualquier persona que se suicida, por el motivo que fuere, no goza de buena salud mental.
Cómo se manejó Callejeros me pareció una real cagada, pero escuchar a la gente que los sigue con convicción y motivos (para ellos más que valederos) me hizo al menos cuestionarme que a veces los sentimientos son tan fuertes que exceden a la razón, a los 'dos dedos de frente' y no por eso estos pibes están locos o equivocados.
Por el resto comparto plenamente tu indignación.